¡detente!


¡detente! Pliega el ala voladora:
¡ buscas la luz, y en ti llevas la aurora;
recorres un abismo y otro abismo
para encontrar al Dios que te enamora,
y ese Dios, tu lo llevas en ti mismo!
Y el agitado corazón latiendo,
en cada golpe te lo está diciendo,
y un misterioso instinto,
de tu alma en el obscuro laberinto
¡te lo va noche a noche repitiendo!
... ¡Más tú sigues buscando lo que tiene!
Dios en ti, de tus ansias es testigo,
y, mientras pesaroso vas y vienes,
como el duende del cuento, El va contigo.

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